Estamos al inicio de la primavera de 2020. Para nadie es una sorpresa que este año será, con diferencia y sin lugar a dudas, el peor de la historia reciente en muchos ámbitos y sectores de la vida y la economía. Especialmente notable será en el sector de la música, los festivales y los eventos masivos. 

Al momento de escribir esto, ya hay eventos cancelados cuya fecha original de celebración era dentro de cinco o seis meses. Es una clara muestra de que la situación esta muy lejos de estar controlada ni de acabar en el corto o medio plazo. Algunos eventos han optado por la modalidad de suspensión o aplazamiento hasta pasado el verano. Ilusiones y exagerado optimismo, en mi opinión. Quizá también, estrategia legal de cara a contratos y seguros.

Los eventos que hasta la fecha no han comunicado su cancelación, simplemente estarán esperando que sea a través de una orden directa de las autoridades correspondientes, con el único objetivo de poder reducir al mínimo posible las pérdidas pudiendo acogerse a las cláusulas correspondientes en los contratos y seguros de cancelación. Aún siendo ese el caso, poco probable en la gran mayoría de casos según se ha podido saber1, el golpe económico que supondrá no tendrá precedentes y podrá llegar a ser devastador para muchos promotores.

El sector de los festivales es un sector tradicionalmente castigado y con grandes retos año tras año, tanto en España como internacionalmente. Es cierto que los más grandes, manejan un volumen de dinero bastante alto. Pero gran parte es dinero ya comprometido a futuro: necesario para cubrir los pagos restantes y gastos imprevistos de la edición en curso y, aún más necesario, para cubrir los desembolsos previos de la siguiente edición: reserva de artistas, temas del recinto, renovación de contratos y licencias, etc. En muchas ocasiones cuando aún no ha comenzado a celebrarse una edición, ya parte del equipo ha comenzado a trabajar (y a hacer pagos) en la siguiente. 

Es aquí donde entramos al punto principal de esta publicación. 

La venta de entradas es sin duda la principal fuente de ingresos de un evento. Es por esa razón que se venden entradas de forma escalonada con muchos meses de anticipación, a través de diferentes niveles de precio y por bloques de cantidades limitadas en cada salida a venta. Esta forma de trabajo permite a los promotores ir obteniendo capital de forma progresiva para hacer frente a los pagos necesarios, previos a la realización del evento, como los que ya he mencionado anteriormente. Además, les permite ir ajustando el nivel de gasto e inversión, con base en las estadísticas y predicciones sobre las ventas y asistencia de público.

Otro factor de ingresos fundamental para un promotor (asociado estrechamente al anterior), es el propio consumo durante el evento. No hace falta explicar que, si el evento no se realiza, es dinero con el que se preveía contar gracias a las estadísticas; en base al cual se hicieron inversiones, pero que finalmente no se materializará. Esto pone a la organización en serios problemas. 

Una tercera fuente de ingresos son los patrocinadores. El aporte de estos puede ser muy variado, pero también les otorga previamente a los promotores una idea de presupuesto del que dispondrán y con el que apalancar más inversiones y gastos. Una vez más, si no hay evento no hay patrocinadores ni sus correspondientes aportaciones. 

Cuando se confirma la cancelación del evento, en el mejor de los escenarios, la empresa tendrá acceso a cobrar un seguro de cancelaciones (se ha sabido que la mayoría de seguros excluyeron este año el coronavirus como causa válida de cancelación1) y con suerte algún que otro reembolso parcial de aquellos contratos que permitan su anulación por causas de fuerza mayor. Suponiendo esa poco probable y “privilegiada” posición, la empresa contará entonces con un capital muy limitado, con el cual debe hacer frente a dos temas: primero la devolución de entradas de todos aquellos que lo soliciten y, segundo, los gastos previos que surgirán para garantizar la realización de la edición del año siguiente. 

Es fácil concluir que, a mayor cantidad de personas pidan la devolución o reembolso de su ticket, menor cantidad de capital quedará disponible para hacer frente a esos gastos previos e inminentes de la siguiente edición. Esto podría traducirse en una próxima edición mas ajustada, con cartel reducido, servicios de menor calidad, y en resumen una pérdida importante de nivel y experiencia en el evento. Incluso, en aquellos eventos que la situación sea aún mas complicada, la imposibilidad de realizar la edición del siguiente año y, en el peor de los casos, verse obligados a desaparecer.

Una cancelación en estas condiciones, por motivos totalmente ajenos a los promotores, perjudica absolutamente a todos: desde público hasta a artistas y la escena en general. Considerando todo esto, lo mejor que puede hacer alguien que ya tenía su entrada para la edición de 2020, es cambiarla por la entrada para la edición de 2021. Evidentemente en eventos que ofrezcan esta opción. En muchos casos quien lo haga saldrá ganando, ya que con toda probabilidad el próximo año las entradas salgan a la venta con precios algo superiores a los de este año. Por lo cual quien haga el cambio, estará asegurándose su entrada y a menor precio.

Debo aclarar que mi opinión, y motivo de esta publicación, hace referencia únicamente a la opción que ofrecen, y ofrecerán, muchos eventos de cambio de ticket 2020 a ticket 2021. En ningún caso estoy de acuerdo con quienes apuestan por promover simplemente que las personas no pidan la devolución o reembolso de su entrada, sin obtener nada equivalente a cambio. No creo que se trate de hacer cargar al público con el peso de la cancelación, sino de ayudar a los promotores a hacer más manejable las pérdidas: garantizándoles la fidelidad y asistencia en la siguiente edición, y ahorrándoles el costo y trámites de la devolución. 


Referencias:

1 : https://t.co/haGv6qmCp5

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Más de seis años en el backstage. Hay mucho que contar.
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